Tu perfume se asomó cerca de mi nariz. Saludó rápidamente a mis pulmones y salió disparado de mi ser. Intenté retenerlo en mi boca pero es imposible aprisionar entre los dientes algo que te mata por los poros. Tu risa llegó a mis oídos e inmediatamente mis ojos te buscaron con urgencia. Toda la necesidad de tu persona empezó a latir debajo de mi piel. Me convertí en una brújula sin norte, claro está que vos con mi camino a casa no tenés nada que ver, pero perderme un rato en tu boca me parece una buena forma de terminar una mala semana.
En un flash me la creí posta, llegué a parecer Anna buscando a Elsa en el medio del invierno, aunque no puedo negar que su causa era mucho más noble que la mía. A mí favor puedo decir que el frío de mi alma pega muy bien con el contexto congelado de la película.
Hasta ahí había tomado una pinta tranqui. Cuando apareció la más mínima y remota posibilidad de verte, me clavé dos shots de tequila al hilo. Así de desenfrenada puedo ser cuando el amor toca mis raíces. Bah, ¿qué digo amor? lo nuestro fue puro fuego carnal. Sin embargo, no voy a negar que me hizo mierda que te fueras. Tal vez, me hizo mierda que te fueras por mi culpa. Y sí, llegado este punto no voy a mentirme más. No puedo seguir diciendo que desapareciste sin motivo para no asumir que te tomaste el palo porque no te dije que te quedarás, porque me comí el juego del miedo, no te hice un lugar en el momento en que vos necesitabas estancarte.
Me dolió verte abandonar la burbuja que construimos torpemente. Tiene consecuencias graves dormir enredados entre piernas y pelos. Me hundió pero me repetí una y otra vez que el dolor era temporal y más que nada caprichoso. Me justifiqué con que vendrían tiempos mejores para no enloquecer con la idea de haber dejado pasar los buenos.
Tu perfume asomó. Te busqué. No te encontré. Creí que mi cerebro cayó en una nueva etapa de colapso por el duelo.
Llegué a casa bambeada, me tiré en la misma cama donde nos devoramos. Me envolví entre las sábanas, qué cosas tiene la vida estoy usando las mismas que tenía la primera vez que entraste a mi departamento, e irónicamente las mismas que tenía puestas cuando no te deje entrar a mi vida.
En mi desesperación por llenar tu vacío me compré un brazo almohada, así de fracasada me siento ahora abrazándome a un pedazo sintético de algo que no sos vos ni tiene tu calor.
¿Cuánto dura el desamor de un amor que no dejé ser?
Se me cierran los ojos, todavía me queda una reserva de tu aroma en el centro de la cama y decidí darme el gusto de agotarla. Mientras me anestesia el sueño empecé a entender que yo no te dejé estar acá, y tampoco dejo ir a tu fantasma. Me enamoré de tu presencia en estado de ausencia, pero jamás te amé de verdad cuando estuviste conmigo.